JUAN ANT0NIO MATA MARFIL.
Plaza del Altozano |
Esta mañana, tras la operación de
menisco a la que me sometí hace un mes, he salido a darme la primera caminata
de hora y media, a probarme la rodilla. La ciudad estaba todavía dormida. Y aunque hacia sol, la mañana era fresca y
desapacible por el aire. Pese a ello he disfrutado con el paseo y me ha gustado
mi ciudad, me ha gustado Albacete. Todos sabemos que no es una ciudad
monumental, sin casco viejo como otras, pero sí que es abierta, amable,
acogedora, dinámica y viva.
He visto el Parque Lineal, ¡tan
grandioso ya!, obra del primer Ayuntamiento democrático, el que me he
encontrado con algunos amigos corriendo –que envidia no poder hacerlo yo ahora-;
he llegado al Altozano, que estaba sin el bullicio de un día de trabajo, pero tan
bonito y coqueto como siempre; igual que la calle Ancha, con sus comercios
cerrados como corresponde a un día festivo; he cruzado el Parque Abelardo Sánchez,
con sus grandes pinos, bien arreglado como siempre, y alguna que otra ardilla
subiendo y bajando por ellos –ganó mucho con la reforma tan discutida por
algunos hace diez años-, lleno de chavales que participaban en un evento
deportivo; he seguido hasta llegar y cruzar el bulevar de la Circunvalación
–que señorial que ha quedado-, hasta el Campus Universitario, vacío de estudiantes,
pero lleno luz y de edificios para la educación y la formación de nuestros
jóvenes. ¡Que cambio dio la ciudad con la llegada de la Universidad!
Allí he reflexionado sobre dos
temas tan traídos y llevados en los últimos tiempos por parte de quienes nos
gobiernan: la herencia recibida y el despilfarro. Sobre el primero de ellos he llegado a la conclusión que esa, la
Universidad, es una parte y no pequeña de la herencia recibida: un gran campus
donde nuestros jóvenes se vienen formando desde hace cerca 30 años y que muchos
de ellos no hubieran accedido a los estudios universitarios, porque simplemente
no podíamos haberle costeado los estudios fuera. Y sobre el despilfarro le he
dado vueltas, y me he indignado pensando que el autentico y doloroso despilfarro
es el tener a más del 50 por ciento de nuestros jóvenes, en los que nos hemos
gastado y sacrificado todos: la sociedad y las familias y que ahora están
parados, sin futuro, sin ilusión, o teniéndose que ir muchos de ellos, pese a
su gran formación, a intentar desarrollar sus conocimientos fuera del país, porque aquí ni encuentran trabajo ni esperanza: ¡Ese sí que es un auténtico despilfarro!.
Me he encontrado con dos
conocidos, trabajadores y jubilados ya, por la Avenida de España, que venían
hablando de la situación política y de la corrupción. Me he unido a ellos en la
conversación. Trasladaban, con razón, su cabreo, su indignación por lo que está
pasando. Decían que todos son iguales, que todos se han llevado y que están ahí
para enriquecerse. Dura y extendida creencia. Les he intentado trasladar,
aparte de darles la razón por su indignación, que no se puede ni se debe
generalizar, que no es justo decir que todos son iguales, pero que es necesario
regenerar la vida política, económica y social; que así no se puede seguir y que
aparte de que quien meta la mano, debe recibir no solo un castigo ejemplar,
sino el mas amplio repudio social, y que la sociedad es la que debe poner fuera
a toda aquella persona u organización que intente aprovecharse. Les recordaba
que a diferencia de Marbella o del País Valenciano, donde pese a era
perfectamente conocida la corrupción existente la mayoría de los ciudadanos les
votaba, esta ciudad, Albacete, cuando los ciudadanos a mediados de los 90 nos
percatamos que en el Ayuntamiento estaba habiendo prácticas que apuntaban a posibles
actos de corrupción, los ciudadanos no les votamos en las siguientes elecciones
y los echamos del gobierno. Hecho del que, por cierto, me siento especialmente
orgulloso.
He visto a un padre de familia en
una silla de ruedas con su hijo, ambos muy abrigados y con caras de alegría y por último, ya en mi
barrio, en el Polígono de San Antón me he encontrado con una procesión de San
Antón, recorriendo las calles del barrio, al sonido de una banda de cornetas y
tambores; y ya cerca de las once y media, cuando la ciudad empezaba a
despertar, he terminando en el quiosco de la Estación comprando mis periódicos
del día, el País y lógicamente La Verdad.
En fin, al terminar la caminata
he llegado a una conclusión: que me gusta Albacete, que quiero a esta mi
ciudad, que me siento orgulloso de ser ciudadano de ella, en la que llevo 55
años viviendo, en la que he desarrollado lo fundamental de mi actividad profesional
y sindical y que además ha visto nacer y crecer a mis hijas.
Albacete, 20 de Enero de 2013.
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