JUAN ANTONIO MATA
MARFIL
juanantoniomata.blogspot.com
Trece días de huelga han hecho
falta para que ¡por fin! se firmara por los representantes sindicales de
CC.OO., UGT y CGT un acuerdo con las empresas concesionarias de los servicios
de limpieza viaria y jardinería de Madrid (FCC, CESPA, OHL Y VALORIZA) . Trece
días de dura y ejemplar lucha sindical y social para lograr quebrar las
pretensiones de dichas empresas que, con la complicidad manifiesta del
Ayuntamiento, intentaban despedir a 1144
trabajadores, el 20 por ciento de la plantilla y rebajar los salarios en un 40%
de los que quedaran, y así hacer pagar a éstos
los recortes de las concesiones.
No voy a entrar en analizar el
hecho mismo de la huelga ni los logros obtenidos, ya que esto se está haciendo
y muy bien por cierto, por altos y
cualificados dirigentes y cuadros sindicales, por los partidos políticos, por
la organizaciones sociales y por multitud de analistas, en definitiva.
En primer lugar, afirmar que la
huelga ha sido un éxito de los convocantes, los sindicatos y los trabajadores,
por lo ejemplar de la misma y por los acuerdos suscritos; y un fracaso
de la Alcaldesa de Madrid, de su equipo, y de sus políticas de
neoliberales; fracaso también de las empresas y sus pretensiones. Los
sindicatos y los trabajadores con esta huelga han puesto pie en pared a este
conjunto de desatinos y han dicho ¡BASTA! a tanto recorte, a tanta eliminación
de derechos, a tanta mierda. Han demostrado “que sí, que se puede”
Mi pretensión es reflexionar y
abrir un debate sobre las enseñanzas que con carácter general nos deja esta
huelga y que no son pocas.
1.- La primera enseñanza de la
que se debe tomar nota, es que se puede evitar que se sigan imponiendo recortes
irresponsables y dolorosos para los trabajadores.
Para ello es necesario querer y
saber movilizarlos y posibilitar un grado de unidad y compromiso, como el que
se ha conseguido en este caso. No es fácil en estas circunstancias de crisis y
paro, pero ha sido una realidad. Y si ha sido posible en este, puede y debe
serlo en otros de características similares, muy especialmente en los sectores
externalizados o privatizados por las diferentes administraciones.
Creo que para ello es fundamental
estar cerca, muy cerca, de los trabajadores en los tajos, en los centros de
trabajo, en sus empresas y analizar el porqué de las cosas, las razones de
fondo de lo que sucede, que es lo que está en juego, como afrontar con un
mínimo de garantías todas estas medidas que se vienen imponiendo.
Es el “ abc” del sindicalismo de
clase, pero ¿se hace de verdad esto con la convicción e intensidad necesaria
por parte de las estructuras sindicales?. Habría que analizarlo por parte de quien
corresponda y si no es así, habría que adoptar las medidas oportunas para
lograrlo.
Si hoy muchos cuadros y
dirigentes sindicales no tienen ni reconocimiento, ni autoridad suficiente ante
los trabajadores es por su lejanía y no solo física. Los trabajadores tienen
que saber que piensa, que hacen, donde están, y como se enfrentan sus dirigentes y representantes sindicales a
los problemas, como les defienden, en definitiva. Es hora de estar muy pegado a los trabajadores.
Chinchetas debiera haber en las sillas de los cuadro sindicales.
2.- La segunda, es saber marcar
bien las razones y los motivos de la
movilización, de la huelga en su caso. Sin objetivos claros y precisos es casi
imposible lograr que los trabajadores se impliquen.
Aquí se han precisado perfectamente: “Ni
despidos, ni rebaja salarial”. De unos objetivos sentidos por los trabajadores,
bien marcados, bien analizados y mejor explicitados por sus sindicatos, saldrán
dos elementos fundamentales y básicos para el éxito de una movilización: querer
y poder, y con ellos, unidad y firmeza. Ambos
se han vislumbrado también con claridad.
3.- la tercera es saber acertar
que tipo de movilización es más útil para lograr los objetivos perseguidos.
No todos los conflictos ni todos
los sectores son iguales. No es lo mismo una empresa de producción, que una de
servicios, ni si estos son públicos o no. En este tipo de actividad, no tiene
mucha utilidad, si de verdad se quiere ganar el conflicto, una huelga periódica,
sino que tiene que ser larga, por no decir indefinida, ya que la misma se ha de
visualizar con nitidez por parte de los ciudadanos y de la contraparte.
No se
puede fallar en el tipo de movilización sabiendo que ello supone mucho
esfuerzo, mucho control, mucha organización y más explicación.
4.- La cuarta enseñanza sería el
obtener el apoyo y la solidaridad de quien se va a ver afectado negativamente
por los efectos de la movilización.
Todo el esfuerzo de explicación
es poco. Sin él el éxito es muy difícil. El poder político debe notar la
desaprobación ciudadana. Hay que lograr que esta entienda que el motivo del
conflicto es la injusticia; para que sitúen la responsabilidad de los efectos
negativos e incomodidades derivados de la huelga no a quien está defendiendo
derechos, sino en quien los quiere quitar. Hoy la mayoría de los ciudadanos de
Madrid saben qué hacen los barrenderos, y lo esencial que es su trabajo para el
bienestar común; y lo malo que no se limpie.
Esto es fundamental. Por ello
debe realizarse siempre, y estos casos más, una fuerte acción explicativa por
parte de los convocantes hacia la ciudadanía a través, no solo de los medios de
comunicación, sino de cercanía con esta.
Sin aliados es difícil obtener los resultados deseados. No debemos olvidar que aquellos contra los
que se hace la huelga, tienen resortes más que suficientes para intentar hacer
que la movilización se vuelva contra
quienes la han convocado.
5.- La quinta, es reconocer que
de este conflicto han salido reforzados los sindicatos de clase, han recuperado
autoridad y credibilidad. Y eso es importantísimo, más aún frente a toda la
campaña de desprestigio que desde hace mucho tiempo se viene desarrollando por toda caverna
mediática, el gobierno, la dirección del PP y sectores importantes de las
organizaciones empresariales, a los que se han unido últimamente parte del
estamento judicial.
Esta huelga y su éxito ponen en
valor, hoy más que nunca el sindicalismo de clase como instrumento
indispensable de defensa individual y colectiva de los derechos de los
trabajadores.
Un sindicalismo corporativo y
débil beneficia exclusivamente al capital, a las empresas, al poder político
y perjudican no solo a los trabajadores,
sino a todo el sistema de protección social;
al Estado del Bienestar, definitiva. Con un sindicalismo débil se impone
la reforma laboral, la de las pensiones, los recortes, la pérdida de derechos,
el desmantelamiento de la enseñanza o la sanidad públicas. No se puede caer, y
menos los trabajadores, en estas burdas e interesadas campañas.
Miles y miles de delegados
sindicales, de cuadros sindicales, de dirigentes de los sindicatos de clase que
caminan, caminamos, con la cabeza bien alta, orgullosos de serlo, con las manos
limpias y los bolsillos vacíos y satisfechos de haber dedicado una parte de su
vida laboral y social a construir el marco de derechos y bienestar alcanzado y
que hoy nos están arrebatando.
Es cierto que habrá que adaptarse
a la nueva realidad económica, laboral y social. Pero no a las que ellos quieren
imponer. Lo moderno no es aceptar ni sus recortes ni sus políticas
neolibelares. No es volver al siglo XIX, que es lo que poco a poco están
imponiendo, sino enfrentarse con inteligencia y firmeza a ellas.
De esta huelga y su éxito los
sindicatos CC.OO. y UGT, salen, como decía, más fuertes, más prestigiados y con
mas reconocimiento social y deben aprovechar el tirón para reivindicarse, para
responder a quienes los vienen desprestigiando.
Pero este éxito no puede ser
óbice para que el sindicalismo de clase reflexione y busque, en estas duras y
difíciles circunstancias, la forma de acercar mucho más sus estructuras de
cuadros sindicales a los trabajadores, a los centros de trabajo y poner de
manifiesto que otras formas para salir de la crisis son posibles. No eran ni
los despidos y ni los recortes salariales, como se ha demostrado, las propuestas a aceptar.
Si se quiere consolidar el paso
dado, las direcciones sindicales deberán reflexionar y analizar
autocríticamente el modo de llegar con claridad y con nitidez a los
trabajadores para lograr aumentar el reconocimiento, el prestigio y la
autoridad ante ellos.
El posibilismo no siempre es el
mejor camino. Adaptarse a la realidad y a las circunstancias, si. Pero ojo a
que ello pueda llevar a justificar y admitir como necesario e imprescindible
una serie de recortes como los que se vienen adoptando. Un ejemplo claramente
negativo ha sido la actitud del representante de CC.OO. en la Comisión del
Pacto de Toledo, votando a favor de ese informe que está siendo el elemento
esencial para permitir al PP justificar su reforma del sistema de pensiones.
6.- La sexta tiene que ver con la
Reforma Laboral de Rajoy. Es atacable,
es posible evitar que algunas de las medidas más regresivas se apliquen.
No se puede caer en ese fatalismo
de que contra esta Ley es casi imposible actuar. Todos sabemos que esta reforma
está construida para disminuir la capacidad de acción y movilización de los
trabajadores y sus sindicatos, al
entregar al empresario todo el poder contractual de la negociación, pero
pese a ello no hay que resignarse.
Pero se han equivocado. Si hay
razones justas, como ha sido el caso, y los trabajadores están unidos y firmes,
y la unidad de acción sindical es real, se pueden lograr acuerdos positivos,
muy diferentes a los que ofrece la reforma laboral y las empresas.
7.- La séptima, tiene que ver con
los pliegos de condiciones que están desarrollando y aplicando últimamente las
diferentes administraciones, especialmente las gobernadas por el PP, aunque
otras también. Se está reduciendo en un 40% de promedio el precio que se paga a
la empresas por los servicios externalizados (recogida de basuras, limpieza
viaria, de centros sanitarios, educativos y administrativos, jardines,
seguridad, ayuda a domicilio, 112, transporte sanitario, comedores escolares y
un larguísimo etc.), modificando además, de forma regresiva, las condiciones de
trabajo que a lo largo de estos años, fruto de la presión y negociación
sindical, venían recogidas en los diferentes pliegos de condiciones, entre
ellas dos básicas: la obligatoriedad de
subrogación de los trabajadores del servicio anterior por parte de la nueva
adjudicataria, y el respeto a las condiciones laborales y salariales reguladas
en los diferentes convenios colectivos de sector o de empresa.
Reducciones que sorprendentemente
están aceptando las empresas sin rechistar, la inmensa mayoría grandes,
acudiendo a los concursos y bajando aun más los precios, con las consecuencias
que ello tiene para el empleo y el servicio. Es partir de aceptar estas
rebajas, cuando de forma sistemática las empresas tratan de imponérselas a los
trabajadores (el 75% del gasto total de
estas empresas es coste laboral y social), por diferentes vías: reducción de
plantilla -despidos-, reducción de jornada, eliminación de pluses, dejar de
sustituir las bajas por enfermedad o de vacaciones, ERTES que pagamos todos,
etc., dando como resultado no solo un gran malestar entre los trabajadores afectados,
sino un grave deterioro de los servicios públicos.
Esta huelga ha sacado a la luz la
realidad de los graves problemas de estos sectores -son miles de trabajadores y
trabajadoras- y sobre cuyas espaldas se quiere hacer cargar los efectos más
negativos de la crisis. Pero no se han dado cuenta que son sectores que
prestan, en muchos casos servicios esenciales, y que unidos y bien dirigidos,
con objetivos claros, tienen mucha fuerza, mucha capacidad de movilización.
Cuando tanto se quiere apretar al final la cuerda se rompe por algún lado. Ya
vemos que hay otros sectores, como el de la lavandería central de Madrid, o el
de mantenimiento eléctrico movilizados.
Todo ello debiera hacer
reflexionar detenidamente tanto a los gobiernos de las diferentes
Administraciones Publicas, como a las grandes empresas afectadas, que no es
este el camino, que se ha de volver a la senda de la racionalidad y a la
realidad que a lo largo de estos años se ha ido construyendo negociación a negociación,
acuerdo a acuerdo y respetar el estatus quo que se había establecido, con las
modificaciones que haya que introducir, ya que caso contrario el conflicto
social está y estará más que servido.
La solución es sencilla: que las diferentes Administraciones dejen de recortar cantidades económicas y derechos en los pliegos de condiciones, volviendo a incorporar los costes anteriormente existentes, así como la obligatoriedad de subrogación de los trabajadores por parte de la nueva concesionaria y el respeto a las condiciones laborales y los convenios colectivos. Si ello no se hace las empresas en su conjunto debieran negarse a participar en los concursos y dejándolos desiertos. Si esto ocurriera, las Administraciones correrían y mucho, ya que tendrían que rescatar los servicios ya privatizados.
8.- Y por último, ya sabemos que
hace el Gobierno con los servicios públicos privatizados, reducir sin
justificación real el canon a pagar, sin
importarle un bledo, que ello suponga un deterioro grave de la calidad de los
servicios públicos, y de las condiciones de trabajo de los trabajadores
afectados. De ahí que haya que luchar, como está haciendo la
marea blanca en Madrid y en otros lugares, para que se privaticen servicios
públicos como la sanidad o la enseñanza.
Son en definitiva estas, algunas
reflexiones que fruto de mi experiencia sindical de muchos años, ya sin
responsabilidad alguna, y de mi percepción de lo que está ocurriendo, realizo
con la sana y noble intención de contribuir a un debate en unos momentos tan
complicados, donde tan necesitados están los trabajadores y la sociedad de
referencias solidas y creíbles y de propuestas capaces de defender todo el
marco de derechos que a lo largo de estos 35 años de democracia hemos ido
construyendo y que nos están siendo arrebatadas. A los sindicatos CC.OO. y UGT,
les toca jugar un papel esencial para hacer frente a todo ello.
Albacete, 20 de Noviembre de
2013.
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